Aunque todos los nidos de aguilucho tienen su historia y
todos son igual de importantes, me gustaría detenerme en uno especial. Se trata
de un nido que fue descubierto el día 29 de mayo; en su interior había 5
huevos. Hasta aquí todo normal, pero la pareja de aguiluchos había decidido
instalar su bien más preciado en un cultivo de veza, una leguminosa que se
emplea como forraje para el ganado y que se cosecha en verde. No había ninguna
posibilidad de que el nido saliera adelante por si solo, los plazos iban a ser
demasiado cortos, por lo que tocaba intervenir de urgencia.
Después de colocar el vallado de protección el 30 de mayo,
la tierra fue cosechada el día 1 de junio, seguramente, con huevos aún en el
nido. Lo normal hubiera sido que la pareja abandonara la puesta, así ocurre en la
mayoría de las ocasiones, pero estos aguiluchos decidieron seguir adelante.
La veza es una planta trepadora, que necesita el
soporte de otra planta para ascender en busca del sol, por lo que no se suele
sembrar sola, sino que se la acompaña de otro cereal como la cebada o el
centeno, pero en este caso, no sucedió así, y la altura que alcanzó fue mínima;
apenas proporcionaba sombra a los pollos, que tenían que aguantar, durante más
de 1 mes, por un lado, las altas temperaturas del verano, y por otro, la
exposición continua ante posibles depredadores. Por si fueran pocos problemas,
el nido estaba situado a escasos metros de un camino y de una carretera. Todos
estos factores negativos nos hacían temernos lo peor. En una visita al nido el
día 12 de junio, descubrimos que la mitad de la nidada había sido depredada, lo
que hizo saltar todas las alarmas. Decidimos llamar a los agentes
medioambientales de la Junta de Castilla y León para ver la posibilidad de trasladar
los 2 pollos que quedaban al Centro de Recuperación de Animales Silvestres
(CRAS), pero eran demasiado pequeños, tenían menos de 10 días de edad, y en el
CRAS no podían atenderlos. Por suerte, contaban con unos padres formidables y
con toda nuestra ayuda. Colocamos una malla de sombreo para proporcionarles
sombra y protección y los dejamos en las mejores manos posibles, las de sus
progenitores.
En las distintas visitas al nido fuimos comprobando con
alegría como los dos pollos crecían satisfactoriamente. Tuvieron que soportar
varios días seguidos de fuertes tormentas a primeros de de julio, pero esta
familia superó todos los obstáculos que se les fueron poniendo por delante,
alzando el vuelo los dos pollos a primeros de julio.
A uno de ellos se le colocó una anilla metálica y una anilla
de PVC con un código alfanumérico para su identificación a distancia, por lo
que quien sabe, igual nos siguen dando alegrías a lo largo de su viaje
migratorio, y quizá un día, volvamos a verlos por Segovia fundando una nueva
familia de aguiluchos.
1 comentario:
Bonita historia!! Afortunados estos aguiluchos!
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