Bajo el
nombre de paseriformes forestales encontramos a un gran número de pequeñas aves
cuyo hábitat predilecto es el bosque; entre todas ellas, encontramos a los
páridos, que constituye una familia de aves compuesta por un pequeño grupo de
vistosos pajarillos conocidos comúnmente como carboneros y herrerillos. En la
provincia de Segovia podemos observar 4 de las 6 especies de páridos que hay
presentes en España: carbonero común (Parus
major), carbonero garrapinos (Periparus
ater), herrerillo común (Cyanistes
caeruleus) y herrerillo capuchino (Lophophanes
cristatus), quedándose fuera del alcance de nuestros prismáticos, el
carbonero palustre (Poecile palustris),
presente en el tercio norte peninsular y el herrerillo africano (Parus teneriffae), cuya distribución se
circunscribe al Archipiélago Canario.
Los páridos son fáciles de identificar gracias a
sus colores llamativos y a sus alegres cantos. En conjunto, presentan una serie
de características comunes en lo referente a su biología, ecología y
comportamiento, destacando:
- Su preferencia por habitar en masas boscosas: pinares, robledales, encinares, bosques de galería… o incluso parques y jardines de pueblos y ciudades.
- Sus hábitos trogloditas a la hora de instalar sus nidos, ocupando con bastante facilidad cajas nido.
- Sus picos finos y cortos propios de una dieta insectívora, aunque ne invierno, cuando los insectos escasean, suelen consumir frutos y materia vegetal.
- Son de costumbres inquietas, con un metabolismo acelerado que les obliga a buscar comida constantemente.
- Llevan a cabo un enorme esfuerzo reproductor, ya que en un año pueden realizar dos puestas y sacar adelante a más de 10 pollos en cada una si las condiciones ambientales lo permiten.
Herrerillo capuchino saliendo de nido instalado en agujero de un pino
DESCRIPCIÓN DE LAS 4 ESPECIES
PRESENTES EN LA PROVINCIA DE SEGOVIA
·
Carbonero
común (Parus major)
Es el mayor
de los cuatro con una longitud de 14 cm y una envergadura de entre 22,5 y 25,5
cm.. Se caracteriza por presentar una coloración amarilla en el pecho y
vientre, con una franja longitudinal negra, conocida vulgarmente como corbata,
que lo recorre desde la garganta hasta la base de la cola. La cabeza es de
color negro con las mejillas blancas. Las alas y la cola son de color azulado y
el dorso verde. Es la única especie que presenta dimorfismo sexual, es decir,
que es posible distinguir a simple vista el macho de la hembra; para ello hay
que fijarse en la mencionada corbata negra, que es mucho más ancha y marcada en
los machos que en las hembras. Se le puede observar en cualquier tipo de masa
forestal.
El canto
destaca por su tono metálico, siendo el reclamo más característico un
repetitivo chi-chipán, onomatopeya por la que es conocido en muchas partes de
España.
Carbonero común hembra
Carbonero común macho
·
Carbonero
garrapinos (Periparus ater)
Como
su propio nombre indica, el carbonero garrapinos gusta de vivir en bosques de
coníferas, preferentemente pinares. Si afinamos el oído, seguramente le
detectaremos antes por su canto que a través de la vista, ya que entona una
melodía repetitiva fácilmente reconocible, un güichu-güichu. Una vez que le
tengamos localizado, seguramente mientras se cuelga del extremo de alguna rama
fina para buscar alimento, veremos que mide unos 11,5 cm y tiene una
envergadura de entre 17 y 21 cm. La cabeza y la garganta son de color negro,
presentando las mejillas y la nuca color blanco. El dorso y las alas son de
color gris azulado, con el pecho y el vientre color crema.
Carbonero garrapinos
·
Herrerillo
común (Cyanistes caeruleus)
Es
el párido más abundante y sin duda alguna, también el más colorido. La cabeza,
la garganta, la nuca y las alas son de color azul, las mejillas de color
blanco, el dorso de color verde y el pecho y el vientre de color amarillo con
una pequeña línea longitudinal negra, que al contrario que en el carbonero
común, no llega a unirse con la garganta. Mide 11,5 cm. y tiene una envergadura
de entre 17,5 y 20 cm. Emite múltiples reclamos, siendo el más característico
una estrofa compuesta por trinos cortos finalizados con una risa,
tit-tit-tit-chuuar. Puede realizar estrofas similares a las del carbonero común,
pero suenan más aflautadas y no tan metálicas.
Muestra
preferencia por los bosques caducifolios, aunque también es frecuente en
encinares y alcornocales y en parques y jardines. Puede ser más raro en bosques
de coníferas monoespecíficos.
Herrerillo común
·
Herrerillo
capuchino (Lophophanes cristatus)
Este
pajarillo es inconfundible, no por sus vistosos colores, sino por su pequeña
cresta triangular y apuntada de plumas blancas y negras. La cabeza es de color
gris claro con varias franjas negras, una de ellas le recorre todo el cuello a
modo de collar. El dorso y las alas son de color pardo y el pecho y el vientre
de color gris. Habita preferentemente en bosques de coníferas. Su canto es
similar al del herrerillo común, pero repite la última nota,
tit-tit-chuuar-chuuar.
Herrerillo capuchino
CONTROL DE PLAGAS
Estas
especies de aves son de vital importancia para el ecosistema forestal, ya que
debido a su dieta insectívora, depredan
sobre multitud de arañas e insectos (escarabajos, orugas de mariposas, moscas,
pulgones y hormigas), los cuales en un momento dado, podrían convertirse en
plagas para las especies de árboles y arbustos presentes en un determinado
bosque. Un claro ejemplo es la depredación sobre las orugas de la temida
procesionaria del pino (Thaumetopoea
pityocampa), especie de polilla que causa cuantiosos daños en los pinares
al alimentarse la oruga de las acículas de los pinos.
Carbonero común alimentándose
de orugas de procesionaria del pino
Otra especie cada vez más abundante en los pinares y que puede generar graves daños al arbolado es una planta, el muérdago (Viscum album). Se trata de un semiparásito con un ciclo vital curioso, ya que necesita vivir a expensas de otras plantas y para ello requiere de la presencia de otras especies, como el zorzal charlo (Turdus viscivorus) que le ayuden a dispersar las semillas y a depositarlas en las ramas de los árboles a parasitar. Y es en ese proceso donde entran carboneros y herrerillos, ya que se alimentan de las semillas antes de que estas comiencen con el proceso de crecimiento a expensas del árbol parasitado.
COMO AYUDARLES
Favorecer su
presencia es algo que beneficia a todos los integrantes del bosque y también,
como es obvio, a los seres humanos, ya que un ecosistema forestal bien
conservado nos proporciona múltiples beneficios. Es por ello que todos podemos
poner de nuestra parte para ayudar a mejorar sus poblaciones.
Las cajas
nido para paseriformes forestales se han utilizado históricamente como
elementos de gestión forestal, ya que, en muchas plantaciones, se genera el
problema de que todos los árboles suelen tener la misma edad y cuando el
arbolado es joven no presenta oquedades donde las aves trogloditas puedan
construir sus nidos. La falta de estas especies en el ecosistema forestal
favorece la proliferación de especies de insectos que pueden dañar al arbolado,
llegando en muchas ocasiones a producirse plagas de grandes dimensiones que
causan graves perjuicios ambientales y económicos. Con la colocación de las
cajas nido se habilita un espacio artificial donde estas aves puedan completar
su ciclo reproductor, ayudando así a mejorar la salud del bosque.
Hoy en día, las cajas nido se siguen usando para ese fin, ya sea en terrenos forestales, en parques y jardines o en nuestras casas. Con su colocación ayudamos a mejorar las poblaciones de estas pequeñas aves y por consiguiente cuidamos de las especies vegetales que nos rodean. Pero no solo ese puede ser el fin de las cajas nido, ya que se emplean como herramienta de investigación, puesto que permite a los científicos un acceso sencillo a los nidos de determinadas aves para poder realizar multitud de trabajos que ayudan a conocer mejor el comportamiento de estas aves. También pueden ser empleadas en el mundo de la educación ambiental, acercando la naturaleza a los más pequeños, animándoles a construir un hogar para las aves y a seguir de cerca, día a día, su evolución.
Texto: Ignacio Domingo
Fotografías: Ignacio Domingo y Luis Matarranz
Despiece caja nido: Luis Cabrejas
Videos: Ignacio Domingo y Ángel González
Caja nido en rama de roble
Caja nido ocupada por carbonero común
Caja nido de párido con 7 huevos en su interior
En la
actualidad, existe una gran variedad de cajas nido en función de la especie que
las vaya a ocupar; grandes o pequeñas, con el agujero de entrada acorde al
tamaño del ave que la vaya a utilizar, con el frontal abierto o cerrado, de
madera, de corcho, de fibrocemento, de cerámica… en definitiva, casi se puede
decir que cada ave tiene predilección por una caja nido en concreto. Las de
párido son cajas pequeñas, de unos 20 cm. de alto, 15 cm. de ancho y 15 cm. de
profundidad, con un agujero frontal de 3 cm. de diámetro.
Medidas para fabricar una caja nido
Otra forma de
ayudar a estas pequeñas aves es mediante comederos que les aporten un
suplemento alimenticio cuando ellas más lo necesitan, en invierno, ya que estas
aves inquietas y de metabolismo acelerado, necesitan comer constantemente para
mantener el calor corporal, y con el frío, la lluvia y las nieves invernales,
los insectos, arañas y frutos escasean. Hay multitud de modelos distintos de
comederos de aves, y al igual que ocurre con las cajas nido, cada una prefiere
unos tipos frente a otros. Algunos son muy fáciles de fabricar y se pueden
emplear para ello elementos que tengamos por casa, como un tetra brik de leche,
una red para guardar ajos o cebollas o un simple alambre.
En verano,
sin embargo, sus necesidades cambian, y les será de gran ayuda la instalación
de un bebedero que les permita aliviar el calor y la sed, así como limpiarse el
plumaje. Bastará con un recipiente de barro de poca profundidad y fácil acceso
donde puedan beber con comodidad y sacudirse las plumas para refrescarse.
Carbonero común bebiendo agua
Texto: Ignacio Domingo
Fotografías: Ignacio Domingo y Luis Matarranz
Despiece caja nido: Luis Cabrejas
Videos: Ignacio Domingo y Ángel González
No hay comentarios:
Publicar un comentario