Nos despertamos con un ruido de tormenta, truenos, viento, lluvia... Nada más lejos de la realidad, son las 6:30 de la mañana y lo que suena es la introducción de una gran canción elegida para ser nuestro despertador. Hemos descansado bien, durmiendo en cama y con una ducha anterior que ya hacia falta. El ánimo es bueno y tenemos toda la ilusión ante la que es nuestra última oportunidad antes de volver a tierras segovianas.
Atrás dejamos 3 duros días pasados en el campo, en los que hemos podido disfrutar con todo el esplendor de la naturaleza de la cordillera Cantábrica. Si bien, la niebla ha sido una asidua compañera de viaje que ha dificultado nuestras observaciones.
Durante nuestro recorrido hemos pasado por distintos ecosistemas, como hayedos, pequeños pinares, brezales, zonas cubiertas de arándanos y los predominantes pastos de alta montaña, ocupados en esta época por una alta densidad de ganado vacuno, que se desplaza desde los valles en los que pasa el invierno a las zonas más altas, donde aprovecha los pastos durante el periodo estival. En estas zonas de pastos se encuentran las famosas construcciones circulares con techo de gran pendiente hecho de materia vegetal conocidas como brañas, en las que los hombres pasaban el verano junto a su ganado tras tener lugar la transterminancia, nombre con el que se denomina los movimientos estacionales del ganado.
Los momentos en que la niebla nos dio un respiro los aprovechamos bien, y en seguida sacamos el material óptico para disfrutar con la riqueza de estas montañas.
Son muchas las especies con las que hemos podido disfrutar estos días, como cernícalos vulgares, cuervos, cornejas, abejero europeo, alguna águila culebrera, zorzal común, pinzones, escribanos cerillo y montesino, chochín, carbonero común, petirrojo, tarabillas, colirrojo tizón... También nos deleitaron con su presencia un zorro, un grupo de jabalíes, los rebecos y una simpática salamandra que nos acompañó durante el desayuno en una de los húmedos amaneceres.
Collalba rubia (Oenanthe hispanica)
Lavanderas cascadeñas (Motacilla cinerea)
Acentor común (Prunella modularis)
Cabe destacar la gran abundancia de papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) que pudimos observar, siendo una constante en los laterales de los caminos.
Como siempre, el entretenimiento corrió a cargo de las chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax), con sus vuelos acrobáticos en torno a las zonas más rocosas de las cumbres. La nota negativa la puso el hallazgo de un ratonero (Buteo buteo) que tuvo la fatalidad de encontrarse con una alambrada durante su vuelo que no pudo esquivar.
Las largas sesiones de búsqueda por las laderas montañosas nos han dejado grandes momentos. Y antes de dirigirnos a la última de ellas, volvemos a recordar de forma especial el último avistamiento de la tarde anterior. Quedaban pocos minutos de luz y pudimos ver salir de un hayedo un gran ejemplar de ciervo (Cervus elaphus)
Son las 7 de la mañana, y después de recordar todo lo visto en días anteriores, nos disponemos a afrontar la última de las esperas. La temperatura es baja, pero no corre viento y el poder disfrutar de un bonito amanecer libre de niebla, por fin, nos augura un buen día.
Y cuando el sol empieza a brillar con fuerza e iluminar la ladera que prospectamos, las esperanzas e ilusión se vienen abajo. Empezamos a pensar en cuándo repetir el viaje, cómo mejorarlo, los errores que hemos podido cometer, lo bueno que nos llevamos... Antes de recoger debemos echar otro vistazo, no sea que... Nunca se sabe. A nuestro lado llegan unos compañeros naturalistas con nuestro mismo objetivo. Entre todos comenzamos la última prospección y... ¡AHÍ ESTÁN!!! ¡Aparecen en la parte alta del canchal! Vienen de la ladera opuesta y descienden en altura al igual que la línea que marca el paso de la sombra al sol.
Osa con dos oseznos (Pinchar en la imagen para ver mejor)
Es una osa con dos oseznos nacidos a principios de este año. Descienden raudos, permaneciendo casi siempre a la sombra. La osa se impacienta en su camino hacia el hayedo cuando los oseznos se entretienen en algún arbusto. Finalmente, se adentran entre las hayas y les perdemos de vista.
Han pasado varias semanas desde entonces, pero aún podemos recordar cada momento de este avistamiento. Supuso un broche ideal para terminar nuestra estancia por tierras asturianas, y por supuesto, nos anima a volver a tierras donde la naturaleza se conserva en su esplendor con un aprovechamiento sostenible por parte del hombre. Solo nos queda esperar que los oseznos colonicen nuevas tierras de la cordillera Cantábrica y aseguren un próspero futuro para una especie tan escasa, delicada, amenazada y emblemática como el oso pardo (Ursus arctos). ¡SUERTE!
3 comentarios:
Buena crónica. Todo lo que se hace esperar se disfruta más. Tengo pendiente una salida osera pero este año ya se me hace tarde. El próximo año pondré una crónica similar y espero que con un resultado tan bueno como el tuyo.
Un saludo.
Me ha encantado tu crónica. ¡Qué suerte!
Saludos.
enhorabuena! y sobre todo, que envidia ABEL!
a ver quien del grupo nos prepara una salida osera y lincera...
se agradecería, porque no he visto en campo ninguna de ambas especies y entiendo que Asturias es la mejor zona para osos y andújar para linces, porque estuve en Doñana un par de veces y sin suerte...
saludos,
Eduardo García
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